Si hay algo que me gusta casi igual que jugar en mi ordenador o consola ciertos juegos eróticos, es llevar estos mismos juegos a la vida real. Con esto no quiero decir que me considere un experto ni nada de eso en estas cuestiones, ojalá, porque me como mucho menos de lo que quisiera; pero como a los buenos cazadores, lo que me llama es la emoción de la caza, y no tanto la obtención de la presa. Por supuesto, si al final consigo a la chica, mejor que mejor…
Puede que esta analogía me haga quedar como un machista total, y si es así, pido disculpas de antemano, porque considero de todo corazón que, en los juegos eróticos entre hombres y mujeres, éstas últimas tienen todas las de ganar. Y eso es algo que difiere totalmente de cuando plantas un flash en el navegador de tu pc, porque ahí sabes que eres el dueño del cotarro, y que superando la dificultad de la situación, tendrás el éxito asegurado. En la vida real, puede haber cien, mil variables, que pueden hacer que lo consideras una estrategia segura y encaminada al triunfo se te revuelva en el momento más insospechado y te lleve directo al fracaso.
Pero no se puede negar que empezar un juego de seducción tiene grandes dosis de emoción que, evidentemente, no tiene uno virtual, y es por eso que en ocasiones es mucho más apasionante, incluso si al final eres derrotado, y tienes que volverte a casa con un palmo de narices. Es un riesgo a correr, y lo que sí te enseñan estos últimos es que perder una vez no significa el fin del mundo, por suerte: aprendes a comenzar la partida una y otra vez, hasta que encuentras el truco y consigues sacarla adelante hasta la victoria; y justo así debe ser en la vida real, la única diferencia es saber cuándo perseverar con el mismo objetivo, o darte por vencido y empezar con otro, no hay más.
Porque conocer tus limitaciones también importa, tanto en el escenario cibernético como en el del mundo real, no lo dudes. Y a la larga es lo mejor, así disfrutas de cada triunfo que consigues, y aprendes a esperar que te cambie la suerte cuando encadenas varios fracasos seguidos. Por estos pensamientos es que mis amigos me llaman friki, y aseguran que no sé diferencia el mundo imaginario de los videojuegos de la realidad; pero yo creo que lo tengo muy claro, ¿o no?